martes, 18 de enero de 2011

Sobre el derecho a las armas en Estados Unidos

Amor a las armas

Mario Melgar Adalid
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Una de las contradicciones del sistema estadunidense es su pasión por el Estado de derecho (The Rule of Law) y su amor por las armas de fuego. La contradicción es sólo aparente. El uso de las armas forma parte de un derecho fundamental. Unas horas antes de que un desquiciado disparara en Tucson contra Gabrielle Giffords, diputada de Arizona, dejando un saldo de 17 entre muertos y heridos, un hombre irrumpía en una casa habitación a unos metros de mi morada, en San Antonio.
Al escuchar el ruido de la puerta de cristal rota, el propietario, hombre de 80 años, gritó qué pretendía el intruso. Éste no tuvo tiempo de responder porque un disparo de su esposa, certero, en la frente, lo dejó sin habla. El intruso cayó instantáneamente muerto. La mujer, de más de 60 años, se convirtió, con su vigilante actitud, en un ejemplo de la comunidad. Ni siquiera tuvo que atender interrogatorios ni acudir a la estación de policía. La comunidad la convirtió en heroína por conocer sus derechos, las leyes texanas y su buena puntería. Comprobó que a los intrusos que violan los límites de la propiedad se les puede disparar y hasta matar.
La Segunda Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos establece en una sacrosanta Cláusula: el derecho del pueblo a poseer y portar armas, mismo que el gobierno federal no puede infringir. Desde la adopción de la Enmienda se ha dado un debate. Dos grupos están enfrentados: Quienes están a favor de un control más estricto y quienes consideran que la Enmienda tuvo como objeto proteger un derecho individual con raíces históricas y que la libertad de tener y portar armas es irrestricta.
Durante su campaña, Barack Obama se comprometió a reglamentar la venta de armas. No obstante, el tema quedó relegado. Algo contrario a lo esperado, pues los estados han legislado para ampliar los derechos de uso, compra, venta y portación de armas.
El estado de Virginia, por ejemplo, aprobó una ley que autoriza portar armas en lugares donde se expenden bebidas alcohólicas, lo que es una aberración social. Además, se canceló la prohibición de comprar solamente un arma al mes. Eso precisamente en el estado de Virginia, donde ocurrió la masacre de 32 inocentes en el Tecnológico de Virginia. En Arizona, donde balearon a la diputada Giffords, y en Wyoming están considerando leyes que permitan portar armas sin permiso.
En Arizona mismo, el estado legisló para que los profesores puedan portar armas en las universidades donde enseñan. La diputada herida, que por cierto nos conoce bien, pues fue becaria de Fulbright en México, usa una pistola exactamente igual a la que le disparó y el juez federal asesinado había estado practicando tiro, unas horas antes de que practicaran con él como silueta. Los cazadores cazados.
El incidente de Tucson ha traído al debate la seguridad de los funcionarios públicos en Estados Unidos. En ese país se han dado veinte atentados en contra de presidentes, de los cuales cuatro han sido exitosos. Ataques a los integrantes del Congreso o a los jueces federales son más raros. Sólo se han dado cinco en contra de congresistas, incluido el reciente de Gabrielle Giffords, y dos de ellos fueron en un duelo en 1838. Se ha descartado que el ataque en Tucson haya sido un acto terrorista. Más bien, producto de la premeditación y ventaja de un “lobo solitario”, como se conoce a los que preparan atentados individualmente. Si hay un lobo solitario dispuesto a disparar, es muy difícil defenderse. Prueba de ello es el ataque en Fort Hood, en el que en el corazón de la fuerza militar, un lobito pudo matar a decenas de soldados altamente entrenados.
La administración de Obama olvidó sus promesas de campaña. Se había obligado a evitar que comerciantes sin registro en las exposiciones de armamento vendieran armas sin control. También ofreció prohibir la venta de armas de asalto y exigir a los estados rendir informes sobre las armas utilizadas en delitos. No obstante, el año pasado, para no vulnerar su popularidad amenazada, Obama autorizó leyes que permiten portar armas en parques nacionales y en el equipaje de los trenes. De las incontables peticiones de México, encabezadas por la del presidenteCalderón ante el Congreso y las de nuestros diplomáticos para que limiten la venta de armas que tanto nos afecta, Obama hace como que la Virgen le habla. Mientras tanto, en México siguen los muertos con armas que vienen del país donde hay amor… a las armas.
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Publicado en Excélsior
18 de enero de 2011

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