jueves, 24 de junio de 2010

Una reflexión desde Xalapa...

Casa (Xalapa) tomada
Armando Ortiz

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Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua
guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos,
el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Casa Tomada, Julio Cortázar
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Hace años cuando escuchábamos noticias de la violencia padecida por los colombianos, en nuestro país dábamos gracias a Dios porque Colombia estaba a miles de kilómetros de nosotros. Pero se fue acercando poco a poco, la violencia, Colombia se quedó en sus fronteras.
Y empezamos a escuchar de atentados y secuestros, de muertes y de ejecuciones en estados con los que no colindaba nuestra paz. Empezamos escuchar de bombas y ráfagas de metralleta allá por el norte, cerca de los Estados Unidos. Y todavía lo sentíamos lejos. Pero sin darnos cuenta, como el grito de un espectro, la violencia un día se escuchó en los alrededores de nuestra comunidad. Allá por el sur de Veracruz aparecía un ejecutado, un hombre sin cabeza, un hombre desmembrado. Y las autoridades decían que eran muertos de otros lados que nos venían a arrojar al patio trasero de la casa. Pero se seguían acercando y un día encontramos cuerpos mutilados en el camino, desenterramos huesos en el jardín y nos decían que eran casos aislados, que no nos preocupáramos porque Veracruz era una franquicia del Paraíso.
Eso fue lo que dijo el gobernador en su tan sonado discurso que celebraba los cinco años de paz y seguridad en Veracruz. Ese discurso de la Edad Dorada que Fidel le robó a Alonso Quijano enloquecido, mejor llamado don Quijote de la Mancha. Sabíamos que no era verdad todo lo que decía y aún así le aplaudimos. Nos deslumbró con su arte declamatoria y le aplaudimos. Ahora nos llena de vergüenza el no habernos dado cuenta antes de que lo que decía era sólo para regalarnos los oídos.
Las señales ahí estaban, no las quisimos mirar. En los rostros de los tianguistas extorsionados, en la diabetes de mi amigo al que le dieron paseo después de que se negó a pagar la cuota, en los cuerpos embolsados de los manifestantes que solicitaron protección del gobierno, en los atentados a periodistas, en sus desapariciones, en la indolencia de los que deberían ejercer la justicia y los derechos humanos. Ahí estaban las señales.
Poco a poco nuestra casa fue tomada, como en el cuento de Cortazar, donde los hermanos que habitan la antigua casa escuchan ruidos en las habitaciones lejanas y cierran las puertas porque no quieren saber qué pasa. Y así los intrusos se van acercando a ellos, hasta que se posesionan de toda la casa. Y ellos mejor se salen y arrojan la llave en la alcantarilla, no sea que a algún pobre diablo se le ocurra robar estando la casa tomada.
El miércoles por la mañana nos hemos dado cuenta de eso. La realidad nos dio un gran golpe en la cara, la realidad nos ha arrojado desnudos del Paraíso. La muerte siempre tiene el rostro feo, pero la muerte violenta tiene un rostro tan espantoso que nadie nunca espera verlo.
Dos jóvenes, un matrimonio, dos hijos fueron asesinados adentro de nuestra casa. ¿Pero por qué nos ha dolido tanto este golpe? Algunos dicen que quizá porque no estamos acostumbrados a este tipo de tragedias, pero no, aún así nos hubiera dolido. ¿Por qué nos ha dolido tanto entonces? Porque ellos no merecían esa muerte. No andaban a altas horas de la noche arriesgando su vida, viajando en autos a gran velocidad. No andaban en el Bar Bar como Salvador Cabañas, arriesgándose a que se apareciera un loco y les disparara. Él acaba de salir de un entrenamiento con los Zorros Dorados, su esposa afuera lo esperaba. Después de segar la vida de la esposa, los asesinos tuvieron tiempo para huir y nadie les puso un alto. Salieron del centro de nuestra ciudad y arrojaron el cuerpo ya muerto del joven esposo en los límites de nuestra casa con Banderilla.
Ahora andan buscando a los asesinos. Yo me pondría a buscar a ese que le abrió la puerta trasera a la violencia y la dejó entrar en nuestra casa.
A las autoridades les pido que hagan algo o de plano, se los suplico, dejen de hacer lo que están haciendo.
Si esto no cambia, tal vez un día, como los hermanos del cuento de Cortazar, cerraremos la puerta de entrada y arrojaremos la llave en la alcantarilla, no sea que algún pobre diablo quiera entrar a robar a Xalapa estando la casa tomada.

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